El contraataque alemán a través de las Ardenas que comenzó el 16 de diciembre cogió a los aliados por sorpresa. Las condiciones meteorológicas extremadamente malas sólo permitieron que unos pocos aviones de la Luftwaffe apoyaran la ofensiva, pero al día siguiente el tiempo mejoró de tal manera que los cazas de ambos bandos pudieron despegar y el Ala 122 vivió su mejor día de combate desde que llegó al continente.
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