Durante la primera década del siglo XX, a medida que surgían los primeros aviones, en algunos lugares se pensaba en su posible uso militar en el futuro. Francia, líder mundial en este nuevo arte, se apresuró a explorar la idea. Apenas un mes después de la épica travesía del Canal de la Mancha de Louis Blériot, en agosto de 1909, el general Pierre Roques, director de ingenieros del Ministerio de la Guerra, envió oficiales a la reunión de la semana de la aviación de Reims, en el cercano campo de vuelo de Bétheny. La misión de los oficiales consistía en identificar aviones que pudieran ser útiles para el ejército. Los franceses apreciaban la vigilancia aérea de las tropas enemigas, ya que utilizaban globos de observación desde la guerra franco-austriaca de 1859. En septiembre de 1909, Roques encargó un monoplano Blériot, dos biplanos Farman y dos biplanos Wright. Al año siguiente fue nombrado inspector de la aeronáutica militar francesa.
Mientras tanto, la organi