Hoy en día, el Boeing B-52 Stratofortress se ha asegurado un lugar único en la historia de la aviación. Tras haber volado por primera vez en 1952, no sólo sigue en servicio, sino que es probable que lo siga estando hasta la década de 2050, cien años después de que el prototipo saliera al aire. Teniendo en cuenta este asombroso historial, es fácil suponer que su desarrollo original se llevó a cabo sin problemas, pero eso está lejos de ser así. Y los primeros problemas dieron lugar a que se considerara una alternativa notable.
Los orígenes del B-52 se remontan a los meses inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando el Mando de Material Aéreo, la rama de las Fuerzas Aéreas del Ejército de EE.UU. responsable de la adquisición de nuevos aviones, publicó las especificaciones para un nuevo bombardero estratégico. Entre los requisitos más importantes estaba la necesidad de un largo alcance, que evitara la dependencia de bases fuera de los Estados Unidos. Junto con la necesidad de llevar una carga de bombas de 10.000 libras, esto supuso un reto para los ingenieros de diseño. Tres empresas presentaron propuestas -Boeing, Consolidated Aircraft y Glenn L. Martin- y finalmente se adjudicó a Boeing el contrato de investigación y desarrollo.
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