Durante más de 30 años ha sido el telón de fondo de nuestras historias cotidianas: ha protagonizado canciones y películas, nos ha llevado al mundo, nos ha reunido y nos ha traído a casa. Nacido de la necesidad de transportar a cientos de pasajeros a grandes distancias y de poner el transporte aéreo al alcance de todos, el 747, y en concreto su popularísima variante -400, revolucionó el transporte aéreo tal y como lo conocemos.

Lamentablemente, la pandemia hizo que muchas aerolíneas desecharan lo que quedaba de sus flotas de cuatrimotos, obligando a sus 747-400 a retirarse antes de lo previsto. Aunque su tamaño, alcance y fiabilidad hacen que las versiones de carga sigan existiendo durante un tiempo, sólo hay un puñado de aerolíneas de pasajeros que siguen operando la Reina de los Cielos.
Para muchos de nosotros, el 747 ocupa un lugar muy especial. Su distintiva joroba y su cubierta superior estirada lo hacen reconocible al instante. Para mí, también existe una fuerte conexión personal. Hice mi primer viaje de larga distancia cuando tenía cuatro años. Viajamos en un 747-200 de Air India que llevó a mi familia desde Montreal a lo que entonces se conocía como Bombay.
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